domingo, abril 08, 2012

La maldición de la cinta blanca.

Hace 15 años empezó mi travesía en el mundo de las artes marciales.

Mi padre, durante años fue alumno de kárate. Los rumores dicen, que llegó a ser cinta verde en sus años mosos. Supongo que esa fue la razón por la que mis padres decidieron meternos a mis hermanas y a mi a la escuela de kárate más cercana a la casa.

La situación de mi familia durante años no ha sido muy favorable, y algunas cosas siempre fueron tratadas austeramente. Así que sí; aunque mis padres pagaban puntualmente la mensualidad; pagaron mucho tiempo después los karateguis (o en lenguaje normal el uniforme de kárate).

Esta foto es de cuando compraron el mío:

Ya la busqué y no la encuentro, así que se joden. Y me imaginan de 7-8 años con karategui.

Según yo (y lo estimo por la insistencia de nuestro maestro René), llevábamos al menos un año entrenando.

De este tiempo entrenando podría contarles muchas cosas; como la vez que una chica cinta negra de nombre Blanca me lanzó unos cuatro metros de cabeza hacia la pared (ese día aprendí a pararme bien), la cantidad de veces que me peleé al mismo nivel que un cinta naranja (que según recuerdo se llamaba toño, y además nos odiábamos a muerte) e incluso la cantidad de "ippon kumites" que me enseñaron. 

También entrenábamos sin guantes ni protecciones, realmente no las sentía necesarias. 

Pero después de unos dos años debo decir que aunque me gustaba mucho hacer los combates, las katas y todo, terminé odiándolo. 

¿La razón? Cuando empezó el año (no sé que año) sucede que nuestro maestro decidió que mis hermanas y yo tomábamos a broma ó juego el kárate, así que decidió disciplinarnos más.  Según él fue su "propósito de año nuevo".

--Seiza--
¿Cómo hacerlo? Bueno nos puso en "seiza" y con los brazos en un ángulo de 90°; sobre ellos colocó bancos de esos para aerobics (de los que son de plástico y son muy pesados para que no se resbalen) y nos tocó de a tres a mi hermana mayor, dos a la que seguía y uno para mí.

¿Alguna vez han intentado durante unos minutos sostener un libro choncho en sus brazos a 90°? Se los recomiendo, no se puede aguantar mucho. Ahora imagínense que tienen unos ocho años y lo hacen con algo aún más pesado y de rodillas.  

Es raro, pero yo no recuerdo que fuéramos excesivamente inquietos, al menos era tan inquiero como lo soy ahora cuando entreno y si; pienso que aunque se estila este tipo de cosas en las artes marciales, la verdad es que si fue bastante manchado. 

Ese día platicamos de regreso a casa entre nosotros y decidimos nunca regresar. 

Odié el kárate. Realmente no quise volver a entrenar nada así nunca más.

Aunque seguí utilizando unas cuantas cosas que aprendí allí toda mi vida (como bloqueos, defensas, patadas y como pararme bien) realmente olvidé lo que era entrenar sistemas de defensa. Y me olvidé de los combates. 

Pasaron los años, y en el 2008 conocí a una pequeña mujer llamada Lizbeth... Perdón; María de Lourdes Lizbeth Roldán Mendoza. Sucede que esta chica estudiaba en UPIITA antes de que yo entrara, pero la conocí en segundo semestre.
 ¿Y en dónde la conocí? Creerán que en un dojo, entrenando ó en algún lugar así ¿no? 

Ja! Pues no, ambos estábamos en una banda con nombre tentativo llamada los "Lizarts", una que formó un compa que se hacía llamar "Logan" (realmente se llamaba Salvador, pero incluso su titulo en su casa dice "Logan"); todo un personaje el tipo... Además eventualmente todos terminamos dejando la bada porque él quería cantar, tocar la guitarra, el bajo, el teclado, la batería, ser presidente del club de fans.... y además el único miembro.
Pero en fin, un día acompañando a Liz a uno de los "entrenamientos" de la banda me contó que ella daba clases de kárate. Yo le dije que una vez había entrenado y que incluso recordaba algunas katas y técnicas. Ella me preguntó por qué no entrenaba con ella. No supe que decirle. 

Realmente nunca me había planteado regresar a los catorrazos, aunque recordaba que me encantaban. 

Después de que ella insistió un poco y que yo pensé qué decirle, le comenté que entrenaría de nuevo sí y sólo sí no me costaba un sólo centavo y con la condición de que no me golpeara con varas y palos.

Extrañamente ella aceptó y yo fui a entrenar.

Durante meses entrené siempre que podía; a decir verdad, como Liz estudiaba en la mañana y después se iba a su casa, casi parecía ser una entrenadora personal. Cuando salía temprano de clases la llamaba y le preguntaba si podía entrenar. Ella siempre decía que sí. 

Fueron momentos muy padres los que viví con ella en su dojo de Bosques de Canakry. Neta muy divertidos, con sus sobrinos y sus hermanas. Creo que nos hicimos grandes amigos en esa temporada.

Curiosamente, en el sistema "Toshin" uno no empieza con cinta blanca, más bien empieza sin cinta; se tiene que hacer examen para conseguir esa primera cinta. Así que en vez de subir de cinta, bajé. De cinta blanca a "sin cinta".

¿Chistoso no?

Tiempo después a raíz de lo que pasó con mi bici (click para saber más). Me di cuenta de que tal vez era hora de aprender unos cuantas llaves con el objetivo de agarrar a una persona que esté escapando ó derribarlo dependiendo de la situación ya que si mi padre no hubiese jugado a las "luchitas" conmigo nunca hubiese sabido cómo derribar al tipo que intentó robarla.

Y platicando el altercado con un viejo amigo de nombre Ricardo, me comentó que él practicaba jujitsu. Yo no sabía nada de eso excepto que era el arte marcial canónico de Batman. Lo invitamos a dar  una clase de muestra y se quedó durante unos seis meses. 

Así pues; mis clases del sábado se convirtieron en clases de 8 horas. Aún las extraño. u.u

En algún momento, cuando cosas muy feas me pasaron en mi vida y dejé de ir. Pero aún con todo, fui muchas veces; conocí grandes amigos y aprendí muchas cosas sobre las artes marciales. Esas clases me regresaron el amor que les había perdido y fueron fundamental para muchos de los problemas que vinieron más adelante. Sin ellas, no sé qué hubiese pasado conmigo.

El tema fue que después de un tiempo, el dojo dejó de ser rentable y aunque fui a los últimos entrenamientos de jujitsu y kárate, mi maestra decidió rentar el dojo y yo dejé de entrenar con ella. 

Yo diría que estuve al menos un año y medio en kárate y; un año y medio en jujitsu. Diré que justo cuando empecé a querer pagar mis exámenes para subir de cinta, mi maestra dejó de dar clases. Y así sólo logré alcanzar la cinta blanca en un examen. 

También gané un segundo y tercer lugar en un nacional en kárate, aprendí un poco de armas (con lo que casi le saqué un ojo literalmente a mi maestra) y casi noqueé a un amigo en jujitsu; aunque sin hacer jujitsu ¬¬ que raro. 

Según yo (y amén de lo que digan mis maestros) al menos llegué a cinta amarilla (tal vez incluso podría haber sido un mal cinta naranja), pero no; seguí en blanca.

Liz dejó de dar clases y Ricardo aunque siempre me decía que hiciera mi examen, por una razón u otra nunca se dio realmente la oportunidad. Lo dejé y a pesar de todo el tiempo invertido, nunca pude subir de cinta. 

La cinta blanca me perseguía.
--Foto en la promoción de grado del "grillo" (cinta amarilla) en CU. 
Yo fui uno de los invitados, los comiqueros notaran mi playera de SHAZAM! bajo del karategui,--

Ricardo se fue a entrenar a CU y me fue imposible seguir entrenando con él, aún cuando le recomendé que fuera al Injuve (lugar donde aún sigue entrenando), nuestros horarios no se adaptaban y estuve así de una manera intermitente durante seis meses más. 


Después llegó el Judo.  
La historia de cómo llegué allá es un poco chistosa.
--Foto real del dojo Zacatenco visto desde afuera en los años 70's creo. Proporcionada por los archivos de Judo Politécnico aka "El profe Martín".--

Harto de que mi vida fuera un asco, de mis derrotas y de nunca haber subido de cinta decidí regresar a entrenar kárate. Y como no tenía ni un centavo para ese tipo de cosas, decidí que lo mejor sería entrenar con y para el politécnico. 

Con esto en mente fui a conocer al entrenador del kárate-do en el poli; lamentablemente no me dio mucha confianza y además como estaban arreglando el gimnasio de exhibición lugar donde normalmente entrenan (y estaba un poco harto de entrenar al aire libre). Aún así le dije que al siguiente día entrenaría con él y regresaría con mi karategui.

Al siguiente día lo busqué por todas partes pero nunca lo hallé. Platicando con su "jefe"; otro maestro de kárate, le pregunté si daban jujitsu en el Politécnico por que vi una foto de un tipo con judogui azul en el gimnasio. Me dijo que esa foto era de judo (según sus palabras "un deporte muy fuerte y muy duro") y me explicó cómo llegar a donde ellos entrenaban.

Diré que el lugar está sumamente escondido ya que es abajo de las gradas de la alberca del Poli y además desde afuera parece una bodega más. Una vez pude entrar iban saliendo una chava y un chavo. La conversación fue más o menos así:

Joelito: -Hola 
"Chavos": -Hola
Joelito: -¿Aquí es Judo?
"Chavos": -Sí.
Los dos con una sonrisota.
Joelito (desconcertado): Ap, he... ¡Que bien! ¿Está el maestro?

"Chavos"(con más sonrisota): -Si. Somos nosotros.

Joelito:- o.o ... o.o -Oh! Wou! Que bien! ¿Qué necesito para entrenar?

Platiqué con ellos la versión light de dónde venía y pregunté qué se necesitaba para entrenar. Me dijeron que necesitaba unos papeles (que entregué un años después y además incompletos) y un pants con una sudadera que no apreciara mucho. Les enseñé mi karategui (que es de los más gruesos), lo checarón y dijeron: "si, si aguanta un rato".

Me preguntaron si no quería entrenar de una vez y les dije que sí.

Entré y dos chavos se azotaban en el tatami. El sonido era increíble. Como veinte veces más fuerte que si aplaudieras. Recuerdo estar allí y pensar. ¿En serio me voy a meter en esto? Y así fue. No lo dejé.

Seguí entrenando, cayendo y aprendiendo. Nunca exigí una cinta; en Judo la gente de cinta blanca puede pelear contra alguien de cualquier cinta ya que su le lema es que "La cinta no tira, tira el hombre"  (Ó la mujer en su caso, supongo).

Al final de un tiempo te das cuenta que es casi obligación de los grados altos, enseñarles a los de abajo cómo caer. Es como un estilo de entrenamiento, siempre diré que en un combate ó aprendes a derribar ó aprender a caer. No hay más, es parte de un todo. Obviamente he caído muchísimo, he tirado muy poco y he aprendido bastante. Aunque aún falta más.
--En la foto de izq. a der. "Chalo", "Gaska", Erik (creo y colgado), Emilio y yomeropetatero (con el palo)--

Cuando supuse que ya sería momento de subir de cinta; Dios me echó encima un chiste y me disloqué el codo (click aquí para saber más). A esto le llamo la maldición de la cinta blanca.

Resumiendo; entrené kárate de pequeño, nunca alcancé el grado; volví a kárate y cuando iba a subir mi maestra deja de entrenar; llego a jujitsu y nunca logré hacer el examen; cuando cambio a judo y logro un nivel decente, me disloco el codo. 

A eso le llamo maldición.

Después de meses de terapia, una gran fuerza de voluntad y extrañar mucho al judo regresé a entrenar y conté esta historia (en modo light) a mi maestra. 

Pero tuvieron que ofrecerme la cinta (dos veces), hacerme wey un rato, seguir entrenando y que muchos de mis compañeros consiguieran su amarilla para que mis maestros decidieran darme el yon kyu (ó cinta naranja). Cuando me lo dijeron sentí algo raro. 

Sentí como si por fin hubiese dejado atrás la maldición.

Curiosamente, esta "maldición" me permitió entrenar en los mejores sistema de defensa en los tres fases del combate; a distancia (kárate-do), lucha/derribe (judo) y piso/ne-waza (jujitsu). Algo debe de estarme preparando el destino ¬¬

La verdad he estado pensando mucho en esto y en lo que significa; según la todopoderosa wikipedia, el yon kyu simboliza el enamoramiento, pero para mí que he estado 15 años en esto y que he pasado tantas cosas dentro de los deportes de catorrazos, creo que significa algo más.
--En la foto, tomada en el sótano del estadio de CU hogar del judo en la UNAM creo que es la única foto que tengo con mi cinta naranja. En la foto mis compañeros de adelante pa atrás: Cynthia, Dario, Jon (ó no sé cómo se escriba), Brian, Mr. Abdul, Luis y Emilio--

Después de que me promovieron, publiqué esto en feísbuk:

 "Ayer tuve una pesadilla horrible. Peleaba con alguien en la calle;después de derribarlo, me preguntaba:¿Por que hice esto? Me sentí horrible."

He tenido sueños con zombies y gente muriendo, pero en ninguno me había despertado casi gritando.  D:
Con el que me peleaba era mi amigo Alfredo; el que me ayudó a dislocarme el codo.

¿Qué significaba este sueño?

Y flexionándolo me di cuenta: Durante años permanecí con la cinta blanca y siempre decía que iba sólo para no volver a pelearme nunca en la calle. 

Este... sueño... fue eso: un recordatorio de que la cinta sólo sirve para que no se te caigan los pantalones. Nada más. La verdadera razón para entrenar es encontrar un equilibrio, dominarte a ti mismo y seguir adelante pase lo que pase.
 

Como dirían los buenos amigos rusos:

Caerse esta permitido, levantarse ES obligatorio.


Un día, un amigo del feís me dijo que si te gustaba ser golpeado eras masoquista. Yo creo que para practicar un deporte extremo se requiere fuerza de voluntad, amor por hacer algo que no cualquiera intenta y si, un poco de cariño a caer

El suelo es el límite. 

Vamos a caer un poco más.

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