viernes, diciembre 14, 2007

A la memoria del compa de mi amigo Edgar : "El canibal de la guerrero"

Jose Luis Calva Zepeda.

Autoridades lo relacionan con al menos tres asesinatos de mujeres

De un cajón sacó los cuchillos, luego depositó la carne en agua caliente que hirvió por varios minutos en la estufa. José Luis Calva Zepeda cocinaba con esmero. El platillo del día: la mano y la piel de la mujer que había sido su última pareja sentimental, Alejandra, a quien había descuartizado horas antes.

En la tina de baño de aquel pequeño departamento que rentaba en la calle de Mosqueta número 198, en la colonia Guerrero, el presunto caníbal destazó con paciencia la pierna y el brazo derecho de Alejandra Galeana Garavito, según las investigaciones de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal.

Los investigadores encargados del caso perfilan al fallido escritor de novelas de terror para cine y teatro como el primer caníbal en la historia de los crímenes de la ciudad de México.

Calva Zepeda fue detenido la mañana del lunes 8 de octubre cuando la policía llamó a su puerta.

La Policía Judicial investigaba la desaparición de Alejandra desde el pasado 5 de octubre. Al mismo tiempo, la Policía Preventiva se presentó al mismo lugar y a la misma hora para atender una denuncia de los vecinos que reportaron un hedor que salía del departamento de José Luis.

Al percatarse de la presencia de los policías, intentó huir por un balcón, pero fue detenido en la calle por los policías judiciales.

Tras su detención por la actitud sospechosa que presentó, acudieron periodistas al lugar, quienes a través de la radio difundieron la noticia.

En otra parte de la ciudad, la señora Judith Casarrubia escuchaba por la radio de la captura de un presunto homicida, y al oir el nombre de José Luis Calva Zepeda, lo relacionó con la pareja de su hija Consuelo, quien había sido también su novia y que fue asesinada. Su cuerpo mutilado fue abandonado en el municipio mexiquense de Chimalhuacán.

De inmediato se trasladó a la colonia Guerrero, y pidió a los policías preventivos detener a José Luis por el homicidio de su hija, ya que desde hace cuatro años se encontraba prófugo de la justicia en el estado de México.

Mientras tanto, los policías judiciales revisaban el departamento de Calva Zepeda, y se encontraron con una escena de crimen que los dejaría atónitos.

En la cocina descubrieron que el brazo de Alejandra se cocinaba en un caldo espeso, sanguinolento; la pierna se encontraba dentro del refrigerador.

Listos para consumir estaban unos platos que tenían trozos de carne aderezada con limón en la mesa que servía como desayunador. Los peritos los analizan para determinar si se trata de restos humanos y si José Luis se preparaba para comerse a su última novia.

Además, hallaron dentro de una caja de cereal algunos huesos. En el clóset descubrieron el tronco de Alejandra.

Practicaba brujería

Calva Zepeda no sólo quería ser novelista de terror. También escribía poemas como “El caminante”:

“Algún día todos tendrán que seguir al caminante”, dice un fragmento del texto que escribió el presunto descuartizador y caníbal, quien vendía copias de sus escritos los fines de semana en tianguis como El Chopo y Coyocán.

Al recorrer el piso amarillento del departamento 17, las gotas de sangre guiaron a los policías a nuevos hallazgos esa tarde del lunes.

Al poco rato, el lugar estaba repleto de policías y peritos en criminalística, quienes al registrar la vivienda encontraron cuchillos, libros de brujería, veladoras y textos de terror, algunos escritos de su puño y letra.

En el guardarropa se encontró un traje de mallón con un sujetador que, a la altura del pecho, simulaba dos tetillas en aluminio y entre camisas, cobijas y sábanas, había unos antifaces multicolores “como los que utilizan las bailarinas en el carnaval de Brasil”, dijo una fuente de la policía.

Hasta ahora, las autoridades lo relacionan con al menos tres homicidios de mujeres, encontradas descuartizadas en diferentes puntos: la primera en Chimalhuacán, Verónica Consuelo Martínez Casarrubia; la segunda en Tlatelolco, una presunta sexoservidora conocida como La Costeña, y la tercera, Alejandra Galeana Garavito.

La mitad de los inquilinos de Mosqueta 198 no lo vieron nunca. A la otra mitad les parecía un individuo “amable”, “correcto”, “silencioso”, “reservado”. En cambio, a Julio César Montoro, encargado de las pizzas Ricchi, contiguas al edificio donde fue descubierto el cuerpo de una descuartizada, José Luis Calva Zepeda le repugnaba. Era demasiado amable, dicharachero, efusivo: “Daba la impresión de ser hipócrita, alguien muy empeñado en que lo aceptaran”.
Al lado del edificio hay una tienda de abarrotes donde desde hace cinco meses Calva compraba leche (“nunca compró otra cosa más”, dice la encargada). Ante el edificio, un eje vial cualquiera: el mundo del “poeta y escritor” en cuyo departamento la policía halló el cuerpo mutilado de una empleada de farmacia. Calva Zepeda había ocultado el torso en el clóset; una pierna en el refrigerador. Uno de los brazos de la víctima flotaba en una olla; los huesos fueron hallados dentro de una caja de cereal.

“No quiero imaginarme lo que ocurrió allí dentro”, dice el inquilino Víctor Hugo Gutiérrez Urquidi. Pero la sombra de “lo que sucedió” flota en los pasillos oscuros de Mosqueta 198.

Ese lunes, Brenda, la adolescente del uno, salió rumbo a la prepa. En la puerta encontró a judiciales que indagaban el paradero de la empleada de farmacia Alejandra Galeana, quien desde el 5 de octubre estaba desaparecida. Encontró también a uniformados, que simultáneamente acudían al llamado de la dueña del edificio, quien se quejaba de que en el departamento 17 había “olor a muerto”.

“El olor bajaba y se metía en la cocina —recuerda Brenda—. Habíamos echado desinfectante, pero la peste no se iba”.

Las versiones se contradicen: unos dicen que Calva intentó escapar por el balcón; otros, que trató de huir por la escalera y en la calle fue arrollado. El bolero Juan Mondragón encontró un charco de sangre en Mosqueta y Guerrero. “Dicen que es de la madriza que le dieron los judiciales”.

A la noche, las 19 familias de Mosqueta tocan el terror. No quieren cerrar los ojos. “Eso es lo peor. No vimos nada, no oímos nada, y mire nomás lo que ocurrió”, dice Víctor Hugo Gutiérrez.

FUENTE: http://boogiepopphantom-murder.blogspot.com/ >>una página que, por cierto visitaré más seguido. Un saludo a Edgar; échale ganas y gracias por la información

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